Mute
Mudo. Me quedé mudo. Literalmente. Si en el anterior post hablaba de las maravillas de la palabra, hoy escribiré sobre cómo manejarse estando más callado que una estatua etrusca. Qué ironías tiene la vida. El caso es que el viernes pasado perdí la voz. No el programa, sino que terminé igualito que la Sirenita haciendo un trato, justo cuando partíamos de fin de semana a nuestro adorado Delta del
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